El projecte continua creixent i
consolidants-se

 

liquidDocs > En esta etapa, Alexis Eupierre asumió la dirección artística del centro, y el tándem con Beatriu Daniel se mantuvo hasta 2011. En el año 2009 los socios volvieron a arriesgarse y se alquiló una nueva planta, hecho que hizo que La Caldera ocupara todo el edificio de cinco plantas de la calle Torrent d’en Vidalet, número 43. Esta nueva adquisición comportó cambios muy importantes para el proyecto. Por un lado, el traslado de las oficinas de producción de las compañías y de su personal, y por otro la creación de un nuevo espacio de encuentro para todos los miembros y usuarios de La Caldera.

Este nuevo espacio, que se denominó “la PrinZipal”, enseguida se convirtió en el pulmón de La Caldera, y permitió desarrollar otros tipos de actividades de carácter más lúdico: encuentros con artistas invitados, proyecciones de cine, exposiciones, acontecimientos artísticos alrededor de la gastronomía, etcétera. El proyecto y la articulación de “la PrinZipal” nació gracias a la implicación personal de Carles Mallol, quien contó con el apoyo de Montse Colomé.

El año 2012 se produjeron varios cambios en el nuevo proyecto de La Caldera, motivados por tres factores que afectarían de manera directa a su futuro inmediato: la necesidad interna de renovación de los socios dentro del propio proyecto, la reformulación del nuevo mapa de centros de creación de la ciudad, con la aparición de las diversas fábricas de creación y de nuevos espacios y proyectos surgidos los años anteriores, y el nuevo paradigma de crisis económica.

La apuesta de La Caldera ante este nuevo escenario fue la de recuperar su esencia original y apoyar a un grupo de creadores locales para poder consolidar sus trayectorias artísticas, ofreciéndoles un espacio estable e indefinido de trabajo como nuevos socios residentes. El centro quiso apoyar también a los creadores locales de diferentes ámbitos y disciplinas, en relación a la escena actual, a través de varios ciclos de programación continua en la Sala 0, para darles una mayor visibilidad y ayudar a su difusión. En esta línea propuso varios ciclos anuales, y también una nueva programación dirigida al público familiar. De este modo se buscaba conferir a la danza y a las artes escénicas una cierta normalidad y cotidianidad, para hacer que entraran en el ocio y en el día a día de vecinos y ciudadanos.

A la vez se amplió la base estable de socios residentes del centro. Hasta el 2011 el centro contaba con una base estable de creadores residentes, los artistas fundadores que permanecían en el centro, entre los que ya no se contaban María Rovira, Sol Picó y Lipi Hernández. Y también, desde el 2009 hasta el 2011, la compañía Erre que Erre Danza que estuvo trabajando de forma estable en La Caldera como artistas residentes asociados. Anualmente, La Caldera acogía otros artistas y proyectos de forma temporal en sus líneas de programación, a través de su programa internacional de residencias. A lo largo del 2012 el proyecto entró en una nueva etapa acogiendo un mayor número de artistas residentes estables y de proyectos de diferentes ámbitos, incluyendo proyectos de gestión, de música y de diseño de vestuario, entre otros, y empezó a funcionar con un nuevo modelo de cuotas según servicios. El objetivo era que progresivamente todos los socios pasaran a tener los mismos derechos y deberes, tanto en la toma de decisiones como a nivel económico. Este proceso quedó cortado en 2013, debido al desalojo de las plantas superiores del centro en el mes de marzo, y del posterior cierre de la sede de la calle Torrent d’en Vidalet a finales del mes de agosto de 2013.

En la etapa final (2012), en el centro residían ya de forma estable 22 proyectos, y había tres perfiles de artistas/proyectos residentes: los artistas residentes fundadores que todavía trabajaban en el centro; los nuevos artistas/proyectos residentes asociados: Gràcia Territori Sonòr, UmésDos, As Meninas, Explica-t, Christian Riedeberger y Tantàgora; y los nuevos artistas residentes independientes, en su mayoría “jóvenes” artistas a quienes La Caldera apoyaba de forma estable: Cecilia Colacrai, Guy Nader/María Campos, Roser López Espinosa, Anna Rubirola, Pere Faura, Sebastián García Ferro, Mireia de Querol, Sarah Anglada, e Iris Heitzinger, que se incorporó en 2013.

En la misma etapa también se desarrolló el apartado llamado “Pensamiento y artes escénicas”, donde se generaron varias actividades nuevas, como la participación en el Festival Grec a través de la propuesta Mov-i-ment, haciendo más énfasis en los encuentros con artistas y teóricos de las artes escénicas que pasaban por la ciudad de Barcelona, y que pretendía tratar el tipo de pensamiento que producen los artistas desde la práctica de sus ámbitos. Inés Boza se implicó activamente en este apartado en las últimas ediciones.

A lo largo de esta nueva fase se produjo también el cambio de imagen de La Caldera. Xavier Rovira, director del estudio liquidDocs, fue el responsable de la creación del nuevo logo, la imagen corporativa y el diseño de la nueva web 2.0 del centro, una tarea que estaba pendiente y que aportó agilidad y eficiencia a la comunicación del proyecto.

Otro de los nuevos retos del proyecto en 2012 (finalmente no alcanzado, dadas las inesperadas trabas) fue la creación de un proyecto de gestión común articulado por departamentos, para poder hacer los proyectos más viables y sostenibles en el futuro inmediato. Estas nuevas fórmulas buscaban disponer de toda una serie de servicios compartidos de comunicación, gestión, producción, distribución y búsqueda de recursos, tanto para los miembros residentes de La Caldera como para otros posibles proyectos externos.

Los cambios se pusieron en marcha con mucho esfuerzo, y el nuevo proyecto apuntaba bastante bien. Las diversas acciones empezaban a dar sus frutos: los artistas se sentían a gusto, la casa disfrutaba de nueva savia, se respiraban aires nuevos, y los espectáculos programados en la sala 0 empezaban a estar cada vez más llenos. Paralelamente, y por primera vez, se hicieron carnés para los amigos de La Caldera, consiguiendo en un año llegar a los cuatrocientos amigos. Pero todo esto se vio truncado por la insistencia en las denuncias de un vecino, con quién se había intentado pactar infructuosamente a lo largo de los últimos cinco años.

En marzo del 2013 se trasladaron las oficinas a una nueva sede privada, de alquiler, en la calle Rabassa número 44, cerca de la plaza Rovira del barrio de Gràcia, y se cerraron las plantas superiores del centro al recibir una orden de cese de la actividad. Era la última consecuencia de las reiteradas denuncias y de la persecución que se sufrió por parte de aquel vecino. La Caldera se redujo a dos espacios: la Sala 0, para desarrollar diferentes actividades, y la planta principal que se convirtió en almacén, un espacio lleno de trastos acumulados a lo largo de dieciocho años.