Portes enfora, portes endins: permeabilitats, complicitats i records

 

liquidDocs > En 2007, en la Muestra de entidades del barrio se presentó la asociación Nodes de Gràcia, que agrupaba seis colectivos de la creación contemporánea: Obrador-Sala Beckett, Espacio EART/Experimentem amb l’art, La Caldera, tragantDansa, Gràcia Territori Sonor y Saladestar. Nodes de Gràcia sumaba entidades que, desde 2003, fueron participando de forma coordinada en las Portes Obertes, unas jornadas que abren los espacios de creación y culturales a los vecinos, y mostraban tanto las actividades ordinarias (ensayos, clases) como las extraordinarias (exposiciones, charlas). Nodes también presentó programas de actividades conjuntas y un espectáculo pluridisciplinar común, coproducido por las entidades (Tránsits en 2006, NODEScartisRES en 2007). Los Nodes de Gràcia, las Portes Obertes, la participación en la Fiesta Mayor del barrio, las complicidades con plataformas culturales de ámbito urbano fueron capítulos importantes del plan de visibilización y permeabilidad de La Caldera, y desde el 2005 se ordenaron dentro del cajón de CalderaBARRI.

Con esto, los creadores fundadores y residentes de La Caldera daban a conocer sus montajes al vecindario, y el arte se abría realmente a la sociedad: salía a las plazas, o hacía que los ciudadanos entraran a los espacios de la danza. Montse Colomé dice: "Enseguida montamos unas sesiones de puertas abiertas, para abrir La Caldera a la gente del barrio. Lo hemos hecho anualmente hasta el 2011, y al principio lo publicitábamos con flyers y anuncios en los buzones. La primera vez que abrimos el edificio, todos los vecinos tenían mucha curiosidad por verlo, porque supongo que esperaban encontrarse con un antro, y en cambio les encantó todos estos espacios diáfanos, las grandes salas y la terraza... En estas jornadas teníamos ensayos abiertos en cada aula, y la gente podía entrar a ver cómo trabajábamos: se sentaban en unas sillas de tijera, y nosotros les explicábamos qué hacíamos". Nodes y Portes Obertes no hacen sino consolidar unas relaciones que de hecho ya se daban (y se darían en el futuro) de una manera bastante natural, por ejemplo con las celebraciones conjuntas entre entidades: en 2003, la inauguración del nuevo espacio artístico y educativo de EART en la calle Torrijos motivó una performance con vídeo y danza de Toni Mira, conectando los dos espacios, situados a ambos lados del patio de la isla de casas.  Hubo otras coincidencias y colaboraciones en diferentes momentos y etapas, como cuando Gràcia Territori Sonor se asoció con el nuevo modelo de La Caldera como centro multidisciplinario, desde 2012, y coorganizó actividades a la Sala 0, por ejemplo las Impronits.

Pero si La Caldera podía crecer, extenderse y mostrarse de puertas afuera, era en gran medida por la experiencia acumulada a lo largo de dieciocho años, y por la diversidad de actividades, proyectos e inquietudes que se daban de puertas adentro. Los socios fundadores han habitado durante un buen puñado de años, con sus movimientos y trabajos, los espacios del edificio, y esto es inseparable de la vivencia afectiva y de las relaciones que se han dado: muchos de sus recuerdos quedan ligados a aquellos espacios, entre las paredes, los parqués y las bovedillas del techo. Según Alexis Eupierre, en el centro se  daba “algo muy visceral, orgánico y familiar, aunque de una familia no biológica, que surgía a partir de la convivencia en un mismo espacio”. 

Forman parte de estos recuerdos las fiestas de aniversario de los hijos de algunos de los socios, que se celebraban sin falta cada año, así como algunas veladas y verbenas. Hay recuerdos de todos colores: Sol Picó (que dejó el centro a finales del 2005) explica la sensación que le generó el paso de La Caldera a un nuevo espacio de trabajo: “El primer día que fui al Teatro Nacional de Cataluña como compañía residente, cuando me encontré allá me sentí muy rara, e incluso se me cayeron las lágrimas... porque en La Caldera yo estaba muy acostumbrada a mi espacio, a mi gente, a que pasara todo el mundo, preguntándome por la pieza y, de repente, al encontrarme en aquellas salas tan grandes, era como ver que... estaba sola, no? Después, el Nacional estuvo muy bien, fue una experiencia fabulosa, y fue una lástima que no continuara. Lo digo también por la otra gente, y aprovecho la ocasión para decir que tendría que ser obligatorio, que todos los teatros tuvieran una compañía de danza residente. En realidad recuerdo esto, que La Caldera era mi casa”. Cada socio tiene recuerdos relacionados con las vivencias en el centro. Toni Mira rememora su primer solo, en 2003: “Yo personalmente tengo muy buen recuerdo de Loft, mi solo. No había hecho nunca ninguno, porque pasaba que siempre que tenía un solo entre manos, por falta de tiempo para ensayarlo, nunca lo acababa haciendo. El Loft siempre lo preparé en la Sala 3. El primer día, cuando llegué a aquella sala, era por la tarde y  había una luz natural muy fuerte, y una sombra increíble, y empecé a jugar con mi propia sombra. De ahí surgió el espectáculo, y del poema de Beth Escudo que yo recito en el espectáculo, que dice: Quién es este que se interpone entre el suelo y mi sombra...”. Por su parte, Montse Colomé recuerda dos jornadas muy diferentes, ambas muy sentidas: una fiesta de aniversario y una despedida. “Ahí es nada, las vivencias en La Caldera, tanto las artísticas como las personales... En La Caldera  celebré mi quincuagésimo aniversario, y monté un happening con una coreografía con cincuenta mujeres. Eran cincuenta mujeres diferentes con las que en algún momento había trabajado, y fue una fiesta muy poco convencional. Y en La Caldera también he hecho la despedida de mi hermano, que murió en Corea del Sur, donde era embajador [Delfí Colomé, diplomático, músico y crítico de danza, en 2008]. El acto fue muy bonito, porque él había escrito sobre danza, y era una persona bastante apreciada en este mundo. Estaba nuestra familia, y fue una despedida con bastante música y danza, con la participación de varios artistas...”.