Canvi d’etapa: nova definició/organització del centre

liquidDocs > En la etapa comprendida entre los años 2004 y 2008 se pone al frente de La Caldera el tándem formado por Beatriu Daniel y Lipi Hernández. Durante los años 2005-2006 Alexis Eupierre se une al equipo directivo, en el apartado de relaciones internacionales, y en 2007 ocupa el cargo de codirector del centro, con Lipi Hernández. 

Por primera vez, se pone en marcha una gestión profesionalizada (“gestión artística”, como dice Beatriu Daniel), que permite definir y ordenar líneas de actividades que de hecho ya estaban presentes en el centro. Estos ámbitos de trabajo o líneas de actividades se conocen como “cajones”: CalderaBARRI, CalderaSOM, CalderaAULA, CalderaRESIDÈNCIES, CalderaÀGORA, CalderaEXPRESS y CalderaENXARXA. Alexis Eupierre explica estas líneas de trabajo, que recogían unas actividades ya existentes, pero menos definidas y quizás más dispersas: “Lo que me parece curioso de la primera etapa, cuando ahora miro atrás, es que sin que estuviera formulado, ordenado o pensado, todo lo que hemos hecho recientemente ya estaba antes, aunque entonces se hacía de una manera mucho más espontánea e intuitiva y mucho menos formal. En La Caldera todo el mundo ha generado siempre lo que ha querido. Según las afinidades y los intereses comunes y particulares se han ido generando y formulando los proyectos. Por ejemplo: Toni Mira trabajaba ya entonces con vídeo, y hacía encuentros vinculados con alguna producción en concreto. Yo invitaba a gente para mantener cierto contacto, y para formar bailarines que a veces yo mismo necesitaba para mi compañía. Montse Colomé ya hacía cosas en el barrio, e invitaba a gente diversa para ensayar en La Caldera. O sea que desde el principio ya estaban los elementos que forman esta Caldera heterogénea y ecléctica, pero es a lo largo de la segunda etapa cuando el centro se empieza a estructurar algo más, se potencia y se abre al sector y a la ciudad de manera algo más formal y ordenada. Empieza a poner más énfasis en el pensamiento, y hace un esfuerzo especial para explicar mejor el proyecto a las administraciones”. En la segunda etapa de La Caldera las residencias se amplían y acogen también a creadores internacionales, y los laboratorios se abren más a la investigación y a la búsqueda. CalderaBARRI, el cajón coordinado por Montse Colomé y Jordi Vidal acoge y propone las conexiones y colaboraciones puntuales o continuadas con el área de Gràcia. Cómo se explica desde el centro, con CalderaBARRI se “desarrolla de forma continuada un proyecto para las personas del barrio y se crea una red de complicidades con varias plataformas de creación y de entidades (...) de disciplinas diferentes”.

CalderaAULA sigue con la formación continua y los workshops y, ya desde el año 2005, se pone en marcha una nueva herramienta de reflexión sobre la danza, “Pensar el Movimiento”. Aquel año, el convenio trienal concedido por la Entidad Autónoma del Departamento de Cultura y Comunicación de la Generalitat, con el apoyo del Ayuntamiento de Barcelona, el ICUB y el Distrito de Gràcia, ayuda a abrir un horizonte de expectativas, cosa que no había sucedido hasta aquel momento. Esto hace posible y recomendable que se haga más visible y estructurada la organización del centro, para explicar mejor el proyecto. Aún así, la naturaleza orgánica y más espontánea que había regido el centro hasta entonces no se elimina completamente, como afirma Beatriu Daniel: “En La Caldera dejábamos espacios vacíos, y no colapsábamos la estructura. Si se deja un espacio vacío, se permite que pasen cosas que no se saben o no se controlan, tal como también pasa en la vida: imprevistos y cosas que te pueden sorprender a tí mismo. Es una cosa que tiene que ver con el silencio, también...”. Lipi Hernández corrobora esta voluntad programática: “La idea era dejar espacios vacíos, porque siempre aparecía gente con necesidades reales y urgentes. Y si de algo nos hemos quejado siempre es de que, cuando algo se institucionaliza, desaparecen los imprevistos y la agilidad, y aparecen la formalidad y el protocolo. Y no nos queríamos convertir en eso, queríamos mantener la agilidad y la frescura necesarias para permitir que lo que se debía servir fuera servido... No queríamos construir de golpe un tanque blindado, algo que por ejemplo ocurría en el Institut del Teatre, donde yo había trabajado: un sitio donde para pedir una goma se tiene que hacer una tesis doctoral. Los artistas siempre nos hemos quejado de ese ritmo, de esa pesadez”. Había pues una voluntad de nuevo orden y de visibilización, que venía asociada, por la trayectoria de los coordinadores, de los creadores fundadores y del mismo centro, al rechazo de una homologación a cualquier precio. La Caldera seguía con sus principios, a pesar del nuevo sistema de los cajones, que implicaba la renovación de la organización y cierta jerarquía.

No obstante, los objetivos no se querían transformar, y parece que desde entonces un cierto tipo de ambigüedad estuvo presente en el fondo de la cuestión. Dice Lipi, al respecto: "Antes no había un patrón de centro tan estandarizado. A mí siempre me ha costado el tema de formalizar. Con esto tengo una especie de cortocircuito. Me cuesta, esto de que los artistas me tengan que presentar un proyecto... pasar por ese protocolo me cuesta, como artista y como directora. Porque creo que, si existe el derecho y el deber de servir, también existe la posibilidad de ser servido. O sea, creo que el objetivo de La Caldera o de cualquier otro centro de creación no debería ser el querer convertirse en el origen del mercado. Esto es algo que está pasando ahora, y yo creo que un centro de creación debe dar al artista la posibilidad de ser artista. Pero ahora las residencias parece que son el inicio del mercado, del producto. Y así, la gestión del conocimiento y de las posibilidades se convierte en una ideología. Y cuando todo esto empieza a formalizarse, a mí me genera un conflicto... ¿Qué significa apoyar a alguien? La pregunta siempre es: ¿Los recursos, a cambio de qué?, o ¿Qué se espera, de los recursos que se ofrecen?".

En los inicios de esta etapa algunos miembros de La Caldera celebraron una reunión de fin de semana en Castell-Moià, en la comarca del Moianès. El fin de semana del 28 y 29 de enero de 2006, Alexis Eupierre, Álvaro de la Peña, Carles Mallol, Montse Colomé, Sol Picó, Lipi Hernández, Carles Salas, Beatriu Daniel y Céline Merlaud pensaron y debatieron sobre los balances del año anterior, sobre los objetivos del siguiente y sobre las fortalezas, las debilidades, las amenazas y las oportunidades del centro de creación. El acontecimiento tenía como interés añadido el hecho de representar una de las (pocas) ocasiones en que los socios llevaban a cabo una actividad de reflexión conjunta, aparte de las fiestas y las reuniones, y más allá del uso regular y compartido del espacio de trabajo. En el orden del día, los socios reflexionaron sobre sus grados de implicación con el centro, para ver la proporción de tiempo que dedicaba cada cual a La Caldera, al trabajo propio y a su difusión, a la familia... La operación se repitió con otros temas, para analizar las proporciones y la procedencia de los ingresos de cada uno: cuánto provenía de los montajes de la compañía, de las clases, de los encargos, de las diferentes subvenciones...

En las actas de la reunión, destacan los listados que los presentes hicieron para aclarar las circunstancias negativas y positivas del centro. En aquel momento, entre las fortalezas, se destacaban el hecho de haber pasado diez años compartiendo un espacio, la riqueza de lenguajes y las diferencias entre los artistas. También, el convenio trienal y la seguridad económica que este otorgaba, y el hecho de ser el "único centro colectivo privado de profesionales de la ciudad". Otra fortaleza que se destacó fue la implicación y la voluntad del equipo de gestión (Lipi Hernández, Beatriu Daniel, el equipo de Céline Merlaud y Raquel Pasqual). También en la vertiente positiva, como oportunidades se indicaban la situación política favorable a la danza, la presencia y las perspectivas de la danza en la ciudad de Barcelona, con la reorientación del Mercat de les Flors, el aumento previsible de la creación que este apoyo llevaría asociada, el Festival TensDansa, las actividades de La Porta... Otros aspectos positivos que se consideraban eran la remodelación de la APdC y el apoyo de las instituciones al proyecto de La Caldera. Por otro lado, en el acta se señalaba como resumen de las "debilidades" el hecho de ser inquilinos del edificio y las fechas de expiración de los contratos, y también otros temas como la "carencia de interacción entre los artistas", o el trabajo y la implicación de los socios al centro, que se consideró insuficiente. Finalmente, se contaban entre las "amenazas" y las cuestiones problemáticas del centro "la poca credibilidad del sector, la desinformación social de la danza, la carencia de un cuerpo político de bailarines y coreógrafos, la poca claridad en la comunicación del contenido de La Caldera, su repercusión exterior...".

Si bien ahora Álvaro de la Peña dice encontrarse actualmente “ilusionado pero también preocupado por la realidad que estamos viviendo, y por las posibilidades de desarrollo de este proyecto y de otros”, en aquel encuentro de fin de semana él se reconocía en un momento de renacimiento, en una nueva etapa, después de haber pasado por varias fases en La Caldera: “muy motivado, y luego un poco quemado”. En 2006, en Castell-Moià, Álvaro veía a La Caldera “como una editorial con varios autores”, y entre estos autores había algunos que entonces apostaban claramente por hacer de La Caldera una plataforma que promoviera una línea de trabajo clara. Como afirmaba Lipi Hernández, y recogieron las actas del encuentro: “Siempre he visto a La Caldera como un proyecto. Para mí La Caldera son espacios, plataformas para la gente, para la demás gente. Buscar equipos, conectar… así funciono. Sigo creyendo en el proyecto Caldera como proyecto artístico, incluso si no hay un espacio (...) Como local de ensayo me interesa lo mínimo, porque puedo encontrarlo en cualquier otra parte. Pregunto: ¿Todos estamos de acuerdo en que esto sea una puerta abierta a la creación?”. Alexis Eupierre formulaba una pregunta en relación a las perspectivas de la nueva etapa y a la reorganización del centro: “La Caldera es un vehículo. ¿Cómo podemos, cada uno de nosotros, poner nuestros intereses y utilizar La Caldera como un vehículo para nutrir y potenciar los temas que nos interesan, como compañía o como creadores?”. Por su parte, Carles Salas daba la opinión sobre su actividad en proyectos que podían llegar a converger con el proyecto del centro: “Si La Caldera tuviese que cerrar, pienso que yo lo dejaría. El espacio [que ofrece La Caldera] es una comodidad, y yo no tendría la voluntad ni la fuerza de buscar otro sitio. Soy consciente de que solo no podría mantener un espacio como éste, no me lo podría permitir económicamente. Gracias a tener este espacio puedo mantener mí actividad como compañía. Gracias al espacio, no gracias al proyecto Caldera. Hay que asumir la convivencia de dos realidades: los ensayos de las compañías, y el colectivo de caldereros. Yo tengo cuatro frentes: la compañía, La Caldera, la universidad y el Institut del Teatre. Desde allí quiero involucrarme en La Caldera. Por ejemplo, llevar estudiantes a La Caldera, al mundo real...”.

La etapa dio mucho de sí, y el centro de creación evolucionó también a nivel del edificio. Se ampliaron y acondicionaron los espacios administrativos, se repintó todo de nuevo, se hicieron intervenciones de seguridad en las instalaciones, se cambiaron las ventanas y se puso agua caliente y calefacción... La inauguración de la Sala 0, en noviembre del 2006 y después de una reforma arquitectónica, permitió disponer de un espacio en el que mostrar procesos y resultados, como explica Beatriu Daniel: “Las reformas del edificio permitieron trabajar con más comodidad, con un mínimo de condiciones que se notaron en la calidad del trabajo. Y las reformas en la Sala 0 ayudaron a hacer visible todo lo que hacíamos en La Caldera, y a comunicarlo lo mejor posible, cosa a la que la gente de la danza quizás no estábamos muy habituados. Siempre nos hacíamos visibles con los espectáculos de los artistas, pero hacer visible el centro de creación, con su actividad, era una cosa nueva para nosotros. Y buscamos los recursos para que se entendiera lo que hacíamos aquí. Empezamos a defender mucho la etapa del proceso artístico, a dar un valor al proceso por sí mismo, y a hacer que el proceso se pudiera abrir y compartir con la gente que viniera a la Sala 0 de La Caldera. Y esto era el principio de la creación y la formación de público...”. 

Un reconocimiento a este esfuerzo creativo, formativo y de visibilización, y todos los años de trayectoria anterior, le vino al centro desde las instancias oficiales, con la concesión del Premio Nacional de Danza de la Generalitat de Cataluña del año 2006. El premio reconocía a La Caldera como "centro de referencia, de encuentro de profesionales y creadores del sector, de intercambio de ideas y cruce de realidades, y una plataforma independiente para la creación actual y la investigación en el campo del movimiento y las artes escénicas". La activación de la Sala 0 también tuvo consecuencias positivas muy visibles, pues el espacio se convirtió en el lugar donde mostrar los frutos de los programas de CalderaENRED y CalderaRESIDÈNCIES, y también para vincular el centro con la ciudad: en la Sala 0, los procesos y los resultados de las colaboraciones se abrieron al público, en acontecimientos como el CalderaÀGORA (desde el 2005) o CalderaGREC, la muestra de los resultados del laboratorio de Caldera Express en el Festival Grec, a partir del 2007.